28 sept 2011

Nosotros y el té de flores

Entramos al alojamiento rural en Zhu Jia Jao. No hablamos chino y nos cuesta entendernos con nuestra anfitriona pero su amabilidad facilita las cosas. Nos enseña nuestra habitación, un pequeño habitáculo con una cama, ducha y aire acondicionado. Sólo le falta un pequeño detalle, no tiene llave, no se puede cerrar la puerta. Pero en la casa sólo nos encontramos nosotros y ella y no nos parece algo importante. Una vez que nos ha enseñado como utilizar el aire acondicionado, aunque no haga tanto calor como para necesitarlo, desaparece.

Dejamos las mochilas, vamos al lavabo y ella reaparece. Nos trae una jarra de agua. Tenemos sed, se agradece el detalle. Pero no, vaya, el agua está caliente, debe ser té. Ante su atenta mirada me sirvo un poco en un vaso y descubro que no es té, sólo es agua caliente.Entonces desaparece otra vez.

Cruzamos las miradas y nos encojemos de hombros, para qué queremos agua caliente, ahora habrá que esperar a que se enfríe para poder beberla. Empezamos a sacar ropa de las mochilas y ella vuelve a aparecer, esta vez, con una bolsita y cuatro bolitas dentro. Saca una y me la da. No tengo ni idea de lo qué es. Mediante señas le pregunto si es algo para comer. Asiente pero cuando hago el ademán de llevármelo a la boca, ella frunce el ceño y me lo arrebata.

Recupera la bolsa con las bolitas y yo, por tonto y no saber lo que son, me he quedado sin regalo. Se acerca a la mesa donde hemos dejado la jarra con el agua caliente, abre la bolsa y pone una bola en cada uno de los vasos. Echa un poco de agua, coge los vasos va al baño y la tira. Se mueve con soltura por la habitación, de la mesa al lavabo y vuelta a la mesa. Nosotros la seguimos con la mirada, expectantes, pegados a la pared para no entorpecer sus movimientos. No sabemos que nos espera pero esta claro que ella no va a dejar de darnos pistas hasta que lo averiguemos.

Los vasos están de nuevo sobre la mesa. Vierte más agua caliente y, de repente, sorpresa, resolvemos el misterio. La bola empieza a abrirse y aparece una flor. Es té de flores. Un espectáculo visual precioso. Ella sigue impasible, mirándonos fijamente, esperando que disfrutemos de su amable recibimiento. Me gustaría explicarle que ha sido muy bonito, que nos ha gustado mucho ver la flor salir del capullo pero que no me gusta el té.

Pero cómo le explico todo esto mientras ella permanece en pie frente a mi sin mover un músculo. Un último intento, cojo el vaso y con un expresivo gesto intento demostrarle lo caliente que esta. Ella no afloja, sigue esperando. No me queda mas remedio que acercarme el vaso a los labios y llevarme un poco de flor empapada a la boca. Después compongo la mejor de mis sonrisas. Por fin ella ríe y, a la misma velocidad que ha entrado, se marcha conforme.

Sospechamos que volverá y, antes de que aparezaca con una bolsa llena de grillos ó cualquier otro insecto que quiera hacerme tragar, abandonamos raudos las mochilas y salimos a hacer turismo, dejando nuestra puerta abierta.